Páginas

miércoles, 30 de octubre de 2013

Amores que matan

Existe por ahí una especie de madre que en lugar de leche, debe tener antibiótico; son estas madres lactantes a las que nunca jamás se les pone malo el niño, no conocen moco ni tos, inmunizada como tienen a la descendencia. Yo soy una madre lactante, muy lactante a ojos de algunas personas, pero mi descendencia enferma como todo hijo de vecino (nunca mejor dicho). ¿De qué enferma?, os podréis preguntar. Y yo os respondo lo mismo que me responde a mí el pediatra: proceso vírico. Os juro que a veces lo dicen hasta sin mirarte, creo que porque empieza a sonar un poco sospechoso que todo sea un proceso vírico y te plantes de vuelta en casa sin saber qué narices le pasa al nene, con la orden clara de hidratarle, apiretal si pasa de 38 y muchos mimos.
M. manejando una potencial arma 
Pero en fin, proceso vírico. Vale. Pues nuestro virus debió de invitar a toda su panda: tripa, ojos, y garganta. Se conoce que para que nos familiaricemos con todos y así, cuando vuelvan a aparecer este invierno, no nos pillen de nuevas. Nuestra función como padres a lo largo de esta semana ha sido ir sumando medicinas a esa pequeña lista genérica para el ataque al virus y controlar con exactitud británica cuándo tocaba cada una : un colirio, unas gotas para la garganta y el dalsy -esto creo que es cocaína infantil-.
Como digo, ha sido una semana bastante estresante, cuando parecía que estaba a punto de llegar un rato de calma, saltaba algún tipo de alarma -bien del móvil, bien mental de alguno de los dos progenitores de M. que de pronto recordaba con sudores fríos que tocaban gotas de garganta desde hacía siete minutos-. Ante ese sobresalto, respondíamos como autómatas: uno a por las toallitas, otro a por la medicina; uno a sujetar los bracitos del niño, otro a abrirle el ojo con cuidado y firmeza para dejar caer lo más dentro posible las tres gotitas milagrosas; y, finalmente, uno a limpiar los posibles manchurrones en un metro a la redonda del crío y otro a salvarle del malvado progenitor echa gotas.
El caso es que, aunque por sus reacciones cada vez que nos veía acercarnos con algún bote en la mano no lo parezca, M. debe de estar súper agradecido por esta serie de cuidados amorosos y cuasi puntuales que le hemos ofrecido durante toda la semana. Sí, sí, está tan agradecido que ha hecho de su agradecimiento una cruzada personal que parece no llegar a su fin a corto plazo: se ha tomado la medicina por su mano y está obsesionao con que probemos en nuestro propio cuerpo esos santos remedios que tanto bien le han hecho a él. Y lo hace de la forma más básica: atacando con el bote cada vez que puede, a traición. Si por lo menos fuera cada seis horas, como le hacíamos a él… pues yo que sé, sería más llevadero y esperable.
Pero no. El tipo aparece una media de cinco veces por hora armado con el colirio y con el puñetero cuentagotas de la garganta y, como sabe perfectamente por dónde se echa cada cosa, se pone manos a la obra. El resultado es que tengo un ojo semicerrado -estoy casi tuerta, vamos-. La explicación la encontraréis en un momento de debilidad que he tenido esta tarde: me he quedado traspuesta en el sofá mientras M. y el padre, supuestamente, jugaban a dar vueltas al sofá.
Lo que ha pasado es que el padre ha recibido algo en el móvil – algún tipo de noticia musical o futbolística, pondría la mano en el fuego o el ojo al alcance de M.- que ha hecho que dejara al niño a su aire durante unos minutos, los justos para que éste encontrara en la estantería -bien cerradas ¿eh?, a prueba de niños- las medicinas y decidiera que ése era un buen momento para curarme. El resultado de esa preocupación filial ya sabéis cuál es; el bicho todavía no controla la fuerza. La otra interpretación posible es que estuviera tomando represalias por la semanita que le hemos dado puteándole con diversas molestias cada seis horas.
Y en fin, cuando me he incorporado sobresaltada y bastante desorientada ante el terrible ataque ocular y he analizado la situación, he tenido que ser consecuente con la vida y darle gracias porque el tratamiento semanal de M. no haya sido a base de supositorios. :D

No hay comentarios:

Publicar un comentario