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domingo, 12 de mayo de 2013

Jardineando

Cuando vivía con mis padres, vivíamos en una casa con jardín, en una urbanización de muy poquitas casas con un jardín enorme en la parte de atrás. En de delante, mi madre siempre tenía flores. Recuerdo claramente cada primavera yendo al vivero a comprar tierra, petunias, geranios, alguna jardinera que no había sobrevivido al invierno con mi hermano y conmigo jugando al balón en el jardín… era todo un acontecimiento. Luego, el primer día que mi madre tenía libre, poníamos patas arriba el jardín: sacábamos la tierra vieja de macetas y jardineras, y empezábamos a rellenar lo nuevo, hasta dejar el jardín precioso: con su olor a tierra nueva, con los abejorros sobrevolando el cotarro, el color nítido de los geranios…
Pues por razones domésticas, tuvimos que dejar el piso en el que vivíamos M. y yo. Y la casa donde me crié estaba vacía por que mis padres se habían mudado…y ¡aquí estamos de nuevo desde hace unos meses! Y ayer, fue el día de poner de nuevo guapo el jardín, después de unos años abandonado. El viernes cogí a mi pequeñito y a mi madre y nos fuimos al vivero del pueblo. Lo mismo: petunias, gitanillas, cufeas, sacos de tierra, hierbabuena, sufinias… me gasté un dinerillo que llevaba ahorrando durante el invierno porque me desolaba el alma ver el jardín pelao y prefería quitarme otras cosas a no tener flores en verano.
Y ayer por la mañana, manos a la obra: organicé un corralito para M. en la entrada de casa, con sus juguetes y cojines en la espalda y los laterales para que no se me cayera si perdía el equilibrio y, con la musiquilla puesta, me puse a ello: jardín patas arriba, cambiando tierra, sacando las petunias de sus pequeños tarritos negros del vivero y poniéndolas en las jardineras; buscando el mejor sitio para la gitanilla morada…mirando de vez en cuando los pies rechonchos de M., sus piececillos lindos…me encanta cómo lo miraba todo, como me miraba mover flores de allá para acá…!genial!
Y esta mañana, bien temprano -cómo no, parece que más allá de las ocho menos algo la cama tiene pinchos y hay que salir con urgencia de ella-, los dos en pijama, me he puesto el fular y hemos salido con la regadera a regarlas. El tío miraba todo con interés, ha  acariciado las florecillas, tocado el chorrillo de agua… Al regar la última maceta nos hemos quedado oliendo la tierra mojada, y el colega se ha quedado tostao en el fular, tan calentito en medio del fresquito de la mañana. Ha sido precioso, y ha quedado instaurada como costumbre para lo que queda de verano, regar juntos el jardín cada mañana.

1 comentario:

  1. Recuerdo de pequeña ir a casa de mi abuela i ayudarla a cuidar de sus plantas, tenía una mano! Su balconcillo era el más verde y florido de la calle. Por desgracia, ni mi madre ni yo hemos heredado su mano con las plantas. Espero que M pueda pasar muchos veranos rodeado de flores y algún día será él quien cultive los recuerdos de tierra mojada y flores de colores.

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