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sábado, 20 de abril de 2013

Perspectivas

El otro día, me encontré con una compañera de la facultad por la calle. Hace tres años que terminé la carrera, teniendo la enorme suerte de que me contrataran en una empresa en la que había estado haciendo prácticas (los mismos cabrones que me despidieron a quince días de dar a luz). El caso es que parece que si tienes suerte, o te lo curras mucho, y consigues un trabajo de periodista en un momento en el que apenas nadie encuentra trabajo, y donde en los medios no hacen más que despedir a gente… te conviertes en persona non grata.
Cuando esta compañera me vio desde lejos con mi niño colgando en su fular, con el pompón de su gorrito de lana dándome en la nariz mientras el tío no paraba de mirar pa´todas partes, se quedó bastante de piedra. No sabría decir si fue una mirada de: menuda idiota, le han hecho un bombo; o de: !qué fuerte que encima tiene un crío!
El caso es que nos saludamos ya de cerca. Y, bajo mi punto de vista, empezó a soltar una sarta de topicazos sobre al mujer, la maternidad, el trabajo, la crisis… que cómo se me había ocurrido tener un hijo con un contrato temporal que me iban renovando de seis en seis meses; que ella quiere hacer más cosas antes de tener hijos; que claro, y ahora encima estás en paro (aquí creo que vi cómo le brilló el ojo en plan Transfer, de La Vuelta al Mundo en 80 días)… Lo bueno de toda esta chapa que me dio es que yo en ningún momento dije nada sobre lo feliz que estoy por ser la mamá de M., o de lo mierda que me hizo sentir la patada en el culo que me dieron en el curro, o si he hecho o dejado de hacer cosas que quiero desde que soy madre. Me parece fundamental el respeto a la vida de la gente. El respeto por sus prioridades, por sus miedos sobre si con un sueldo de mileurista y una prestación por desempleo se puede mantener una familia, por su forma de ver la vida, de pensar que primero va la boda, luego el piso, la hipoteca, el coche y por fin los hijos.
Cuando me quedé embarazada, y aunque inesperado, tenía muy claro desde hacía casi dos años que era una de mis prioridades vitales. Mi plan de vida desde hace bastante tiempo incluía ser mamá no muy tarde, era una cosa que la he tenido muy presente como desde tres años antes de acabar la carrera. Parece que esto no es compatible con la vida universitaria que llevaba en ese momento, y no hay nada más lejos de la realidad: salí, viajé, hice el loco por las calles de Madrid, curré de becaria pringada en todos los sitios que pude, me acosté a las seis para despertarme a las siete, hice quinielas para los exámenes, me piré clases para tajarme a tercios en la cafetería de Ciencias de la Información, me quedaron para septiembre…en fin. Y ahora que leo esta enumeración, no me parece que sean cosas que no vuelva a poder hacer teniendo un hijo, o teniendo cuatro. Es cuestión de adaptación.
Cuando ya nos habíamos separado y casi casi que la vi desbloqueando el iphone para cotorrearlo por whats, me quedé pensando bastante…no en ella ni en el encuentro que acabábamos de tener que había conseguido dejarme casi como una pobrecilla con un crío y sin curro, por las respuestas, predisposición a dejarme planchada y miradas de ella, si no en la capacidad de la gente para hacer que lo suyo, o sus ideas, queden siempre por encima de la de las demás. No me excluyo, ¿eh? Seguramente yo también lo haga.
Pero no es la primera vez que me pasa que alguien poco menos que se compadece de mí. Y eso que no considero que sea muy joven para tener un hijo, vamos…ni de coña. Que ahora la edad se haya ido retrasando es otro tema, pero vamos…26 años es una edad me parece a mí tan buena como cualquier otra. Pero intuyo que el tema tiene más que ver por cómo nos hemos atrevido a tener un hijo con la que está cayendo. Me lo han echado en cara más de una vez, por ejemplo mi exjefa: yo es que he tenido que esperar hasta los 33 a poder tener un hijo. Mira guapa, porque te ha dado la gana. Conmigo no pagues que tus prioridades hayan sido otras y ahora te des cuenta de que se te hace cuesta arriba tener un segundo.
En fin. Cuestión de perspectivas.

4 comentarios:

  1. No sabes cómo te comprendo. Yo tuve a mi hijo con 29 años y también he tenido que oir de todo, siempre me catalogaron como la madre jovencita. ¿Con 29 años jovencita para tener un niño? yo no lo veo así. Parece que hoy en día si no tienes un buen coche, piso en propiedad y trabajo fijo el padre y la madre estás loca si te quedas embarazada. Yo soy de la opinión de que el momento perfecto nunca va a llegar, si no es una cosa va a ser otra, y si te quedas esperando a que llegue los años van pasando y luego es todo más cuesta arriba.
    Bueno, después de este rollo patatero que te he soltado, decirte que he descubierto tu blog y me está encantando así que con tu permiso me voy a quedar por aquí. Te sigo!

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    1. jeje así es..cada uno tiene su momento perfecto, que no siempre coincide con el de los demás! un besazo, genial que te quedes por aquí..ahora mismo voy a verte a ti a tu blog, un beso!

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  2. Estoy de acuerdo con vosotras, la gente tiene la boca muy grande! A ver, habra casos donde ser madre a los 26 en determinadas circunstacias no sea una buena idea, pero tambien los hay de otras que esperaron demasiado y tampoco las circunstacias eran ideales! No se, cada uno tiene su historia. En mi caso fui madre mas bien tarde porque me costo asentarme y encontrar a mi "principe azul", pero vamos que yo he querido ser madre casi desde que tenia cinco años!!! ;-)

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  3. me parece que el respeto es lo decisivo! y no siempre se encuentra...un besito!

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